¿Representan las várices un riesgo para la salud?
Permítanme comenzar con algo que suelo decirles a mis pacientes cuando llegan a consulta pensando que sus várices son únicamente un detalle visible en la piel: las várices cuentan una historia. Una historia silenciosa, a veces incómoda, que habla de cómo está funcionando —o esforzándose demasiado— el sistema venoso de las piernas. No aparecen por capricho. Y aunque no siempre causan dolor o molestias al inicio, sí son un reflejo de un cambio interno que vale la pena mirar con un poco más de seriedad.
La mayoría de personas asocia las várices con una preocupación estética. Y lo entiendo, porque es lo que se ve. Pero lo que no se ve suele importar aún más. Una vena que se dilata, que pierde fuerza en sus válvulas y que permite que la sangre retroceda y se estanque, está mostrando un fallo en el mecanismo natural de retorno venoso. Ese estancamiento genera inflamación, presión interna y, con el tiempo, síntomas que muchas veces se normalizan: pesadez, ardor, calambres en la noche, hinchazón al final del día. Nada de esto debería ser considerado “normal”.
He tenido pacientes que llegan sin dolor, convencidos de que “si no molesta, no es grave”. Pero después de revisar con un Eco Doppler, encontramos datos que explican por qué esas venas se están dilatando y hacia dónde pueden evolucionar si no se actúa a tiempo. No se trata de alarmar, sino de entender que las várices pueden progresar. Y cuando lo hacen, dejan de ser solo marcas visibles. Pueden inflamar la piel, pigmentarla, endurecerla, o incluso generar procesos como varicotrombosis o úlceras venosas si el problema avanza sin supervisión médica.
No todas las várices representan un riesgo inmediato. Eso también es cierto. Hay casos en los que progresan muy lentamente y permiten un manejo conservador. Pero el punto es este: no sabemos cuáles evolucionarán y cuáles no, hasta que las valoramos. Ahí está la importancia de una revisión temprana. Entender su causa, su profundidad y su impacto permite decidir si se requiere tratar o simplemente vigilar con hábitos que mejoran la circulación.
El tratamiento de las várices no es solamente una cuestión de apariencia; es una forma de reducir síntomas que afectan el día a día y de evitar complicaciones futuras. Desde opciones mínimamente invasivas, como la microespuma o la radiofrecuencia, hasta medidas más simples como caminar, hidratarse bien o usar compresión médica en ciertos casos… todo suma. Y todo funciona mejor cuando se hace en el momento adecuado.
Quiero que quien lea esto se lleve una idea clara, sin miedo pero con conciencia: las várices no deben ignorarse. No necesitan generar “terror preventivo”, pero tampoco merecen ser tratadas como un adorno indeseado sin importancia. Son parte de un sistema que sostiene nuestra movilidad, nuestras rutinas, nuestra vida diaria. Atenderlas —o al menos comprenderlas a tiempo— puede evitar molestias que nadie debería asumir como inevitables.
Recuerda, para mi tu bienestar es un camino que recorremos juntos, con atención, paciencia y humanidad. No descuides tu salud vascular, los espero en mi consulta.
Dra. Soledad Gómez
Cirujana Vascular.
Fuentes y Referencias
- Guías de práctica clínica en enfermedad venosa crónica.
- Sociedad Latinoamericana de Flebología y Linfología.
- Revisión actualizada sobre várices y complicaciones venosas asociadas.
Autor: Dra Soledad Gómez
2025-10-21 17:16:31