¿Puede una crema eliminar las várices?
Quisiera empezar con algo que escucho casi a diario: “Doctora, ¿y si me pongo esta crema para que se me vayan las várices?”
Y sé por qué surge la pregunta. Ojalá fuera tan sencillo como aplicarse un producto y que esas venas dilatadas desaparecieran sin más. A cualquiera le gustaría esa solución. Rápida, sin procedimientos, sin consultas, sin complicaciones. Pero las várices no funcionan así, y es importante comprenderlo sin dramatismos, sin juicios y sin falsas expectativas.
Una várice no es un problema de la piel. Aunque la vemos desde afuera, nace dentro de la vena. Se forma cuando sus válvulas dejan de cerrarse bien y permiten que la sangre se devuelva, se estanque y termine dilatándola.
Esa dilatación no está en la superficie; está en niveles más profundos. Entonces, cuando una crema promete “eliminar várices”, estamos intentando tratar desde afuera algo que ocurre adentro, en un sistema que trabaja contra la gravedad todos los días.
Ahora bien, esto no significa que las cremas sean inútiles. Algunas ayudan a mejorar la sensación de pesadez, alivian la inflamación temporal o brindan la sensación de frescura que muchos pacientes agradecen al final de una jornada larga. Y eso está bien. Son un complemento, un apoyo. Pero no tienen la capacidad de reparar las válvulas venosas, ni de corregir el reflujo, ni de revertir la dilatación. Esa parte requiere un enfoque distinto.
Me gusta explicarlo con una analogía sencilla: si un tubo de agua tiene una falla interna, pintar la superficie no soluciona la fuga. Puede verse mejor, puede sentirse más agradable, pero el problema estructural sigue ahí. Con las várices ocurre exactamente eso. Las cremas ayudan a la piel, no a la vena.
Sé que muchos pacientes recurren a estos productos con la esperanza de evitar un tratamiento médico. Lo entiendo profundamente. Nadie desea procedimientos si cree que hay una alternativa más suave. Pero postergar la evaluación no detiene la enfermedad venosa. En algunos casos avanza lentamente; en otros, puede causar más síntomas con el tiempo: calambres, ardor, hinchazón, pigmentación, incluso complicaciones como varicotrombosis o úlceras si el daño es mayor. Y aquí es donde la información clara se vuelve una herramienta de salud.
Las verdaderas opciones para tratar várices —las que realmente corrigen la causa— son procedimientos mínimamente invasivos como la microespuma, la radiofrecuencia o el láser endovenoso, entre otros. Todos tienen el mismo objetivo: cerrar la vena enferma o redirigir el flujo hacia venas saludables. Es un enfoque que actúa en el origen, no en la superficie. Y cuando lo explico de esta forma, la mayoría de pacientes entiende que el objetivo no es solo mejorar la apariencia, sino proteger la función de las piernas a largo plazo.
Lo que sí puede hacer una crema es acompañar el tratamiento: mejorar la piel, reducir molestias leves y brindar confort. Y eso también vale. Pero su rol debe entenderse con honestidad para evitar frustraciones y, sobre todo, para no dejar que un problema venoso avance mientras esperamos un resultado que la crema nunca podrá dar.
Te lo comparto con cariño profesional: escucha a tus piernas, atiende tus señales y busca apoyo cuando lo necesites.
Atentamente,
Dra. Soledad Gómez
Cirujana Vascular
Fuentes y Referencias
- Guías de práctica clínica en enfermedad venosa crónica.
- Sociedad Latinoamericana de Flebología y Linfología.
- Revisión actual sobre terapias tópicas y su alcance en patología venosa.
- Experiencia clínica de la autora.
Autor: Dra Soledad Gómez
2025-11-03 17:47:54